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- Nuevas propuestas para revolucionar el hogar, el coche, las compras o el trabajo.
Manuel Ángel Méndez San
Francisco 8 JUL 2012 - 15:43 CET
No hay nada como echar un
vistazo a los centros de investigación de Microsoft, Samsung,
Google, IBM o Intel para darse cuenta: vivimos en la prehistoria
digital. Las grandes firmas tecnológicas se dejan varios miles de
millones de euros cada año en inventar lo siguiente. El 99% de los
proyectos fracasan, el resto sobrevive y solo uno o dos acaban
transformándolo todo. Intel presentó recientemente en San Francisco
su particular batería de ideas para revolucionar el hogar, el coche
o el trabajo. No hay gafas futuristas como las de Google, pero sí un
buen puñado de apuestas.
Las más peculiares giran
en torno al coche del futuro. Según la compañía, que emplea a más
de un millar investigadores en innovación y desarrollo, en poco más
de una década los automóviles estarán conectados a Internet y
equipados con todo tipo de sensores inteligentes que les conectarán
a su entorno. Podrán, por ejemplo, intercambiar información de
accidentes con otros coches y sugerir nuevas rutas o recibir alertas
sobre la gasolinera más cercana y barata. Todo en tiempo real y
sobre la marcha.
Brian David Johnson,
investigador jefe de Intel, asegura que los automóviles se
convertirán en sistemas inteligentes de computación en lugar de
carrocería sobre ruedas. Para demostrarlo señala una de los
proyectos en los que la compañía lleva años trabajando en
colaboración con la universidad de Carnegie Mellon: faros capaces de
no iluminar la lluvia durante la noche para reducir reflejos y
mejorar la visibilidad del conductor.
Equipados con una pequeña
cámara ultra-rápida, un procesador y un software, predicen cómo
caerán las gotas de lluvia para evitar iluminarla. Todo en 13
milisegundos y con una precisión del 70%. Es un prototipo, pero
Intel asegura que podría llegar al 90% de precisión y a un coste
asequible para los fabricantes. ¿Veremos también coches autónomos
sin conductor? “Estoy convencido de que sí, en cinco o diez años
estarán en las carreteras”, dice Johnson.
El hogar es el otro
espacio que la tecnología lleva años soñando conquistar, aún sin
éxito. Intel apuesta por un aspecto concreto: la seguridad,
convertir el cuerpo en las llaves que nos abran la puerta de casa o
enciendan el horno o las luces con un gesto. Richard Libby,
investigador de la compañía, explica el sistema en el que trabaja.
“Basta una pequeña cámara integrada en la puerta de entrada y una
pantalla táctil. Llegamos, la cámara nos reconoce, acercamos los
dedos a la pantalla, lee nuestras huellas dactilares, y dentro. El
mismo concepto se puede aplicar a los coches: abrimos con la huella
dactilar, el volante nos identifica al tocarlo, el vehículo arranca
solo y el asiento o la música se ajustan automáticamente a nuestras
preferencias”, dice Libby.
En el lugar de trabajo,
el reconocimiento de voz, otra de las grandes promesas, podría
empezar a utilizarse en los próximos años. Una muestra: un video
chat que transcribe la voz en texto y lo traduce al instante al
idioma seleccionado. En una videoconferencia con un proveedor chino,
por ejemplo, al otro lado verían nuestra imagen, oirían el
castellano sin entender ni jota, pero leerían nuestras palabras en
texto traducidas al chino en tiempo real, y viceversa. Como siempre,
el problema está en los errores, en la precisión, aún lejos de lo
aceptable, pero sus creadores son optimistas. “Nada que el avance
tecnológico no pueda resolver”, aseguran.
Otro frente abierto: ir
de compras. Intel apuesta por innovaciones como Scott Bot, un robot
con cabeza de Kinect, la consola de Microsoft, que recorre los
pasillos de las tiendas creando mapas con la ubicación de los
productos. Al dueño del negocio le permite conocer el nivel de
inventario en cada momento y al consumidor acceder en el móvil al
mapa de la tienda. Se acabó desesperarse en busca del paquetito de
sal, el teléfono lo localiza al instante y, además, con ofertas y
descuentos.
La tecnología podría
jubilar también los probadores. ¿Por qué no probar unos pantalones
o un vestido digital en lugar de hacerlo físicamente talla a talla,
color a color? Un software junto a una Kinect ya permite sustituir el
espejo del probador por una gran pantalla. En ocho segundos
digitaliza nuestra imagen y la convierte en un avatar. Delante de la
pantalla vamos probando la ropa (digital); nos giramos, el avatar se
gira, levantamos los brazos, el avatar los levanta… ¿Ventajas?
“!Es mucho más rápido y divertido!”, dice la investigadora
responsable del proyecto.
Otras ideas más
sencillas quizás acaben funcionando más rápido, como la web en 3D.
“Hemos desarrollado el estándar XML3D para que cualquier
programador pueda crear páginas web con imágenes en 3D en poco
tiempo y a bajo coste”, dice Kristian Sons, investigador del
Instituto Alemán de Inteligencia Artificial, que trabaja con Intel
en esta iniciativa.
Los avatares para chatear
por el móvil son otro ejemplo. En lugar de utilizar vídeo sobre la
red celular (como Facetime en iOS), ya es posible utilizar avatares
que transmiten expresiones faciales básicas, si nos reímos, si
cerramos los ojos, pero no la imagen completa, reduciendo así el
consumo del plan de datos. Pequeños avances que tal vez algún día
veamos en nuestras pantallas.
“¿Por qué siguen
existiendo los tenedores, las cucharas y los cuchillos? Porque cada
uno es bueno en una cosa. Lo mismo ocurre con la tecnología”. Así
de sencillo explica Genevieve Bell cómo cree que será el panorama
en 10 años. “Cada país será un mundo, como hoy, y seguiremos
utilizando un montón de aparatos, como hoy”. Diferente, pero
igual. “Es una de las cosas más importantes que necesitamos
entender sobre el futuro: continuará siendo diverso, con múltiples
servicios de Internet, aparatos y preferencias de la gente en cada
país”.
Bell, antropóloga,
lidera en Intel un equipo de 100 investigadores, psicólogos,
sociólogos, ingenieros y diseñadores cuya misión es observar a la
gente y predecir cómo utilizaremos la tecnología en 10 o 20 años.
“Fácil, ¿eh?”, se ríe. “Hay cosas que jamás cambiarán,
siempre necesitaremos pertenecer a un grupo social y los servicios y
tecnologías que lo faciliten, hoy Facebook, mañana otra cosa,
triunfarán”, dice.
Y señala el mayor cambio
que, según ella, veremos en la próxima década: “Nos estamos
moviendo de la interacción con la tecnología a la relación con la
misma. Ahora ordenamos a los aparatos qué hacer, envía un email,
imprime, enciéndete. Poco a poco aprenderán nuestros hábitos y
harán muchas de esas cosas automáticamente. Será una relación, no
una interacción”.
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