Facebook, criticado por no haber usado antes su función para desastres

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 Fotografía de perfil del fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, con el filtro solidario con las víctimas de los atentados de París activado. / FACEBOOK

  • La comprobación de seguridad identifica que están bien los amigos en una zona de desastres. 
  • Los usuarios críticos censuran que no se activase en atentados anteriores

J. M. A. Madrid 15 NOV 2015 - 16:45 CET

El viernes pasado, poco después de conocerse las primeras víctimas de los atentados de París, Facebook empezaba a disparar mensajes de alivio por doquier: "tu amigo X ha confirmado que está bien". Por primera vez desde su creación hace algo más de un año, la red social ponía de largo una aplicación especial para identificar el estado de sus usuarios para un fin distinto de una catástrofe natural: la masacre de los yihadistas en París. En las redes sociales se ha criticado que la función no se haya activado hasta que un atentado ha golpeado un país occidental. La aplicación pregunta automáticamente a un usuario que se cree está en la zona si está bien. También lo puede hacer el usuario mismo, pulsando en el botón "estoy bien". Facebook crea una lista de personas que pueden estar afectadas, bien porque figura la zona de la catástrofe en su perfil o porque se ha conectado a Internet desde ahí. Una tercera posibilidad es que haya incluido ese lugar en la aplicación de contactos Nearby friends. Permite confirmar que un tercero está a salvo. Para las personas que tengan amigos en Facebook en esas zonas, la utilidad crea un listado con ellas para ver los que ya han dado señales de vida y los que aún no. En todo caso, también lanza una alerta cada vez que uno de ellos confirma su estado.

Un bloguero libanés y francohablante, Joey Ayoub, criticaba en un post compartido más de 10.000 veces en Facebook que la red social hiciera distingos entre las víctimas de un origen y de otro, tal y como refiere el portal de la cadena de televisión árabe Al-Jazeera. Ayoub se refería a los dos atentados ocurridos en la capital de su país, Beirut, un día antes de los de París. 
 
Tsunami de Japón

Tuvo que ser una catástrofe como la del terremoto y tsunami en el país más tecnificado del mundo, Japón, la que en 2011 inspiró a los ingenieros de Facebook a pensar en una aplicación que ayudase a conocer rápidamente la situación de una persona tras un desastre. Se creó una consola especial para este tipo de mensaje y la testaron "con una respuesta apabullante", según se valoraba en la página de noticias de la red social.

Facebook activó por primera vez el servicio en el terremoto de 7,3 grados que asoló Nepal el pasado abril, también en el de Chile Del pasado septiembre y, ya en octubre, con motivo del huracán Patricia que sacudió varios estados de México o el terremoto de Pakistán y Afganistán, que causó más de 300 muertos.

Mark Zuckerberg la anunció en su cuenta el 16 de octubre de 2014 precisamente desde Tokio. Enseguida suscitó la réplica de un seguidor en la red: "Mark, ¿puedes aclararnos si es solo para desastres naturales? ¿Qué pasa con otro tipo de situaciones de urgencia que precisen esta aplicación tan alucinante?". Zuckerberg aclaró que Facebook empezaría a usarla en desastres naturales, pero que más adelante la aplicarían también a otro tipo de situaciones problemáticas.

Ahora, el creador de Facebook ha respondido a las críticas en su cuenta de la red social: "Hasta ayer, nuestra política ha sido la de activar la comprobación de estado de seguridad solo para desastres naturales. Acabamos de cambiarla y tenemos previsto activarla también cuando ocurran tragedias humanas", ha dejado escrito. "Nos preocupamos por toda la gente de la misma forma, y trabajaremos duro para ayudar a la gente que está sufriendo en tantas situaciones como esta como podamos". La respuesta ha obtenido 1,1 millones de "me gustas" y ha sido compartida más de 11.000 veces.

FUENTE: El País.  
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  • La psicóloga Sherry Turkle quiere saber por qué cada vez nos comunicamos más a través del móvil en lugar de hacerlo cara a cara y reabre el debate sobre el uso de Internet

Cristina F. Pereda 8 NOV 2015 - 00:02 CET

Sherry Turkle quiere abrir un debate sobre el arte de conversar. Esta psicóloga estadounidense del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), una de las grandes analistas de la digitalización de nuestras vidas, quiere saber por qué cada vez nos comunicamos más a través de dispositivos móviles en lugar de hacerlo cara a cara, por qué elegimos enviar mensajes de texto y llamamos menos, y por qué chateamos con un amigo mientras estamos sentados en la mesa con nuestros nuestros hijos a la hora de la cena.

¿Está en crisis el arte de conversar? La pregunta inspiró la investigación que dio lugar al libro Reclaiming Conversation, el último trabajo de Turkle, que lleva tres décadas estudiando cómo nos adaptamos a los avances de la tecnología y su influencia en nuestras relaciones. La autora representa hoy al sector más moderado y realista de un contexto en el que estamos más acostumbrados a oír a los extremos. Turkle no cree que la tecnología sea el problema, sino cómo la utilizamos, y propone que hagamos un uso “deliberado” de nuestros dispositivos.

La experta habla del padre que acompaña a su hija de siete años a una excursión del colegio y se da cuenta de que ha pasado una hora actualizando con fotos su perfil de Facebook, pero no ha hablado ni una sola vez con la niña. Del joven que admite que mira el teléfono por si tiene mensajes de sus amigos, pero que en ausencia de actualizaciones, entra en Twitter, Instagram o Facebook, “lugares familiares” para él. “En ese momento el teléfono es mi amigo”, explica. O de la universitaria que reconoce que, al saber que ha fallecido el familiar de una amiga, le enviará un correo electrónico, pero no le llamará por teléfono “porque le interrumpiría”.

Los adultos estadounidenses consultan de media su teléfono cada seis minutos y medio. “¿Por qué pasamos tanto tiempo mandando mensajes y aún así nos sentimos tan desconectados de los demás?”, pregunta Turkle. La respuesta, según ella, está tanto en la falta de conversaciones cara a cara como en la cantidad de veces que las abandonamos para mirar un teléfono. “Se nos ha olvidado que hay una nueva generación que ha crecido sin saber lo que es una conversación ininterrumpida”, asegura.

En su anterior libro, Alone Together, Turkle hizo su primer diagnóstico del efecto de la comunicación digital en las relaciones personales. Las entrevistas que realizó entonces revelaban un mundo en el que los jóvenes están frustrados por la falta de control sobre las conversaciones que mantienen. No saben si sus interlocutores les van a escuchar o hacia dónde puede derivar la charla. Se sienten incapaces de anticipar su respuesta. En Reclaiming Conversation, Turkle defiende que la sociedad debe aprovechar ese sentimiento de engaño para volver a la palabra hablada, que define como una “cura” ante la digitalización de las interacciones sociales.

“Prefiero enviar un mensaje de texto”

“La tecnología está aquí para quedarse, con todas las maravillas que aporta, pero es el momento de considerar cómo afecta a otras cosas que apreciamos”, dice. Uno de los riesgos, según Turkle, es que podemos perder una cualidad esencial en las relaciones humanas: la empatía. “Cada vez que consultas tu teléfono en presencia de otras personas, estimulas tus neuronas, pero también te pierdes lo que tu amigo, tu profesor, tu pareja o tu familiar te acaba de decir”.

La experta asegura que la conversación, el lugar donde escuchamos y conocemos al otro, es el espacio que representa más riesgos. “Nos escondemos unos de otros porque es más fácil componer y editar un mensaje” digital que “la conversación espontánea donde podemos estar presentes y ser vulnerables”. Algunos de sus entrevistados reconocen que prefieren “enviar un mensaje” antes que tener una conversación “incómoda” con otra persona “en la que no pueden controlar lo que van a decir”.

Frente a la visión escéptica de Turkle, el debate sobre las bondades, supuestas o no, del mundo online ha inspirado grandes defensas por parte de otros dos expertos estadounidenses. El profesor neoyorquino Jeff Jarvis describe la Red como una “gran oportunidad para aumentar la transparencia”. Jarvis creó su primer blog el mismo día que cayeron las Torres Gemelas en los atentados del 11 de Septiembre de 2001. Desde entonces defiende que la comunicación a través de internet no lleva a la soledad, sino que está alimentando una cultura de compartir sin precedentes y de “fabricar relaciones”. Y estas relaciones son, según su colega Clay Shirky, el verdadero potencial de Internet. Sus ideas, desarrolladas en obras como Excedente Cognitivo o Here Comes Everybody, estas herramientas permiten dar rienda suelta a nuestras ansiedades humanas ancestrales de compartir, de relacionarse, de cooperar, de ser creativos.

Turkle abarca en su investigación todo tipo de conversaciones, con nosotros mismos, con nuestra familia y amigos, con nuestra pareja, nuestros profesores o nuestros compañeros de trabajo y con el resto de la sociedad. Turkle alerta de que “nos está silenciando la tecnología” y que los teléfonos, ordenadores y tabletas nos han ayudado a alejarnos del cara a cara. “Incluso un teléfono en silencio inhibe la conversación”. El atractivo de la interacción digital es la promesa de que cumple tres de nuestros deseos: “Que siempre se nos va a escuchar, que podemos prestar atención donde y cuando queramos, y que nunca tendremos que estar solos”.

La autora reconoce que gran parte de la dependencia de los dispositivos móviles se debe al fenómeno conocido como ‘FOMO’ -Fear of missing out- el miedo a perdernos lo que ocurre mientras estamos desconectados. Pero alerta de que, llevado al extremo, condena a los usuarios hacer constantemente varias cosas a la vez: consultar el teléfono durante la cena con la familia, responder emails durante una reunión, borrar mensajes en un semáforo. “Cuando pensamos que hacemos multitasking, en realidad nuestro cerebro se mueve rápidamente de una tarea a otra y nuestra efectividad decae con cada cosa que añadimos”, escribe.

La profesora de MIT apunta a las relaciones con los niños como el mayor peligro de la tecnología y recuerda casi con nostalgia cuando le decía a su hija “usa tus propias palabras” en una conversación o “mírame mientras te hablo”. “Los menores aprenden que hagan lo que hagan, no logran acaparar la atención de los adultos que están conectados. Vemos a niños a los que les falta conversar, pero también padres que les miren a la cara”, escribe Turkle. En los menores está también la primera promesa de esperanza. “La manera más realista de romper este círculo es que los padres asuman su responsabilidad como mentores (...) No les pidamos que dejen el teléfono, tenemos que dar ejemplo nosotros”.

Todos podemos impulsar este regreso a la conversación, dice Turkle, a través de pequeños pasos, como hacer las cosas más despacio, crear lugares “sagrados” -en casa, la escuela o la oficina- donde no entren los dispositivos móviles, o convocar reuniones solo para conversar. “En vez de contestar emails mientras empujas el carro de tu hija, habla con ella; en vez de poner una tableta en la hamaca de tu bebé, léele un libro”.

FUENTE: El País.

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